MARTÍN DE LUCAS, UN ARTISTA INCLASIFICABLE Y CAMINERO abril 24, 2018 – Posted in: El Rincón de la Cultura, Minipost – Tags: , , ,

Díficil, muy difícil, explicar en pocas palabras la obra de Rubén Martin de Lucas, amigo y compañero de la Escuela de Caminos. Creo que lo mejor para conocerle y entender la magnitud de su trabajo es leer esta entrevista que sin duda no os dejaré indiferentes y os hará reflexionar. Sobre todo a los compañeros de profesión, que somos tan propensos a nunca salirnos del camino establecido, puesto fijo, rutinas, metas,…

Para los impacientes: http://www.martindelucas.com

 

Al ver tu trayectoria en la Escuela y los premios técnicos que habías conseguido, Rubén, choca que decidieras dar un cambio tan radical y te decantaras por tu lado artístico. ¿Qué te llevo a dar ese paso?

Hay veces que la lógica y la razón no funcionan. La lógica es una herramienta útil, pero limitada porque siempre te lleva en la misma dirección. Con el pasar de los años he aprendido a desarrollar, a escuchar y a seguir otros motores, como el instinto. Cuando estaba a punto de terminar la carrera y me proyectaba mentalmente como futuro ingeniero sentía una negrura y un encogimiento en el estómago brutales. Era algo casi físico. Sin embargo si me proyectaba como artista percibía luz, percibía paz, una claridad incierta y nebulosa, pero claridad al fin y al cabo.

Después de una larga carrera en Caminos con todos esos años de formación lo lógico era ejercer y utilizar ese título para empezar a trabajar y ganarme la vida con un sueldo fijo. Sin embargo elegir el arte, que hasta entonces había sido un hobbie más, suponía enfrentarme a lo desconocido, aprender todo desde cero, empezar a construir algo de nuevo y andar por un camino extremadamente incierto donde los sueldos fijos no existen.

Contra toda lógica racional elegí lo incierto. Pero no puedo estar más contento con la decisión tomada.

 

Algún compañero se preguntará porqué hacer el gran esfuerzo de realizar la carrera para luego no ejercer, ¿Cuáles son tus sensaciones al respecto?

Hacer Caminos me dio muchas cosas. Un buen puñado de amigos, una capacidad increíble para aprender y una voluntad de hierro. Todo el que haya hecho Caminos tiene algo: una capacidad de trabajo brutal. Si además de eso tienes la visión, la motivación y la puntería para enfocarla bien, puedes acabar ejerciendo de astronauta si quieres.

 

¿En algún momento te planteaste volver al gremio constructor y cambiar de tercio?

Nunca. Siento ser tan sincero, pero no ha habido un sólo segundo de duda en todos los años posteriores.

Cuando acabé la carrera había ganado dos años consecutivos un concurso para estudiantes que patrocinaba Hilti. Tenían una potente dotación económica, 6.000€ cada vez. Con lo que tenía cierto dinero para arrancar una nueva vida. Al terminar Caminos, cogí parte de ese dinero y me marché cuatro meses a la India con una mochila. Vagabundeé, conocí mucha gente interesante, pasé muchas penurias, perdí quince kilos de cuerpo y los gané en alma. En el día a día no había planes. El viaje se iba construyendo. Erraba, sin más. Cambiaba de destino influido por los relatos de otros mochileros que encontraba. Y desde entonces me enamoré de la incertidumbre. Ese “no saber lo que va a ser de mi mañana” es algo que me enganchó entonces y me tiene enganchado todavía hoy. Ese “no saber” me mantiene vivo, despierto. Me resulta mil veces más vivificante que la adormecedora rutina de lo conocido.

 

¿Cómo ves nuestro sector desde fuera? ¿Te parece que los profesionales de la construcción y en concreto tus compañeros de la Escuela están justamente valorados?

La verdad, estoy tan fuera y tengo tan poca información del sector, que no tengo una opinión al respecto.

 

La crisis ha hecho mucho daño y no son pocos los compañeros que debido a la gran bajada de los salarios piensan en cambiar de camino, ¿Qué les podrías aconsejar?

Si han hecho Caminos están preparados para ser gestores, profesores o astronautas. Que no tengan miedo. Mi único consejo es que sigan su instinto y ante todo busquen algo que les motive. Las metas son lo de menos. De hecho yo no valoro, ni respeto, las metas. Son como espejismos en el desierto, cuando llegas a ellas no apagan tu sed. Una buena vida no se define por elevadas metas a alcanzar, sino por andar los senderos correctos. En el camino, en el hoy, en el momento presente es donde está la vida. Sólo existe ese eterno ahora.

 

Si no me equivoco, combinas tu actividad personal con Boa Mistura, un colectivo con una obra también muy geométrica, ¿nos puedes dar unas pinceladas de cómo es el trabajo en equipo hablando de arte?

Estuve vinculado a Boa Mistura desde su creación en 2001 hasta Enero de 2015, cuando lo dejé para ver crecer a mis hijos.

Ha sido una etapa de mi vida brutal, una aventura compartida con otros cuatro compañeros a los que quiero como a hermanos. Creo que juntos hemos elevado el arte urbano a otro nivel, convirtiéndolo en una herramienta de cambio, en una herramienta social. Lo que hacíamos era implicar en el embellecimiento de una zona de la ciudad a quienes viven allí. Les invitamos a pintar con nosotros, convirtiéndoles en padres de la obra, un acto sencillo que les empodera y les hace sentirse orgullosos del lugar donde viven.

Podría llenar muchas páginas con lo vivido en Boa Mistura. Dejar el estudio fue otra decisión difícil. Mucho más que la de no ejercer Caminos. En 2014 Boa Mistura se había convertido en un cohete que no paraba de dar vueltas al mundo. Yo entonces tenía al llegar a Mateo, mi segundo hijo. Decidí apearme de ese cohete para ver crecer a mis hijos. Y estoy feliz de haber tenido la fuerza para tomar esa decisión.

 

Analizando la evolución de tu Obra, se observan varias fases, pintura, pintura + fotografía, paisaje + geometrías, cada cual más original, pero nos puedes explicar un poco el porqué de estos reenfoques ¿Huir del encasillamiento, quizás? 

Digamos que hasta finales del siglo XX, y aún hoy todavía, cada artista desarrollaba un lenguaje propio. Algo que podríamos denominar “estilo”. Normalmente le llevaba mucho tiempo encontrarlo, pero una vez encontrado solía trabajar dentro de ese estilo, con variaciones, durante el resto de su vida. Y ese lenguaje le era tan propio que a un espectador le es fácil identificar una obra suya en cualquier contexto. Es decir, cuando ves un Chillida, un Tapies, un Millares o un Rothko, sabes que te enfrentas a una pieza de estos autores.

En los años 60 el arte conceptual abrió nuevos caminos, tanto que a día de hoy la “idea” generadora o “mensaje” pesan mucho en una obra. Me gusta pensar que hoy día una pieza de arte se sostiene sobre dos pilares, el “formal” o plástico y el “conceptual” o intangible. Y si tienes esas dos piernas fuertes, la obra andará mejor.

Así que en mi camino personal he declinado el “ser fiel a un estilo” en favor de “ser fiel a un discurso”. Un discurso que funciona como hilo conductor en todo mi trabajo uniendo los distintos proyectos. Una línea discursiva en la que cuestiono el comportamiento del hombre respecto al territorio, la naturaleza y la Tierra.

En cada uno de los proyectos abordo un tema concreto, “fronteras”, “superpoblación”, “antropización del paisaje”, “agricultura natural”, etc… y dicho proyecto se materializa en el lenguaje que la “idea motriz” me pide, esto es: desde acciones en el paisaje, a fotografía intervenida, pintura o vídeo. A ese eje común que une todo yo le llamo “paisaje y comportamiento asociado”

 

Si bien observando tu Obra, al menos a mí, me parece que engloba muchos conceptos ingenieriles, ¿has aplicado algo de lo aprendido en la Escuela en tus proyectos? Por ejemplo, háblanos un poco de uno de tus últimos proyectos, Stupid borders” que creo que es uno en los que más está presente tu lado técnico.

Más allá de organizarme bien y planificarme mejor que la gran mayoría de artistas creo que no. No he aplicado nada de lo aprendido en la escuela. No es un reproche, sólo un hecho, sin más.

En algunos proyectos, especialmente en aquellos en los que aparece la geometría, puede vislumbrarse algo de mi lado más técnico. Pero en realidad son proyectos con un fuerte carácter conceptual.

Las “Repúblicas Mínimas”, por ejemplo, cuyo aspecto “formal” es el de geometrías dibujadas en el paisaje, responden en realidad a un ejercicio:

  1. Apropiarse de 100m2
  2. Dibujar una frontera
  3. Y habitarla durante 24h

La intención es crear unos microestados temporales que duran como máximo un día y donde el único habitante es el propio artista. Unas repúblicas absurdas que hablan de la naturaleza artificial y efímera de cualquier frontera. Las imágenes y los vídeos, filmados cenitalmente con dron para poner de manifiesto esa geometría pura y esa situación ridícula, son potentes y hablan por sí mismos, pero la reflexión que hay detrás de todo el conjunto de Stupid Borders, es lo que de verdad importa. Cuestionar los conceptos de límite, de frontera y de nación. Tomar consciencia de que no son realidades objetivas, sino entes ficticios construidos en el imaginario colectivo y por lo tanto moldeables y efímeros.

Una de las reflexiones más importantes respecto a nuestra relación con la Tierra es la del concepto de “propiedad”. Tenemos totalmente interiorizada la idea ridícula de que un trozo de Tierra puede pertenecernos. Cuando poseer algo que te trasciende en edad es algo tan extraño como absurdo.

Es evidente pero hay que decirlo en alto: “El sentido del vector de posesión está invertido. La Tierra no nos pertenece. Somos nosotros los que pertenecemos a la Tierra”. Si alguna vez logramos entender, e interiorizar, este concepto tan sencillo, entonces, a nivel especie, nos comportaremos de otra manera.

A quién tenga más curiosidad le recomiendo el Corto documental de Stupid Borders:

 

Un saludo amigos. Y no olvidéis disfrutar de ese regalo llamado presente.

 

Rubén, solo agradecerte tu colaboración en este post y dar ese toque humano al mundo de la ingeniería, que es tan necesario. Sabes que soy un gran fan de tu Obra y sólo decirte que continúes creando, cada proyecto es un soplo de aire fresco.